“… que el ‘arte puro’, jamás consiga entusiasmarme, y aunque obligue a veces mi admiración, me deja a pesar de ella, un gustito que me repugna… A tanta perfección, a tal pureza, prefiero lo desgajado y lo viviente; aspiro a un arte de carne y hueso, con cerebro y con sexo, menos perfecto, o de una imperfección disimulada bajo una trabajosa y cálida espontaneidad; un arte para todos los días, un poco popular, un poco desgarrado… pudoroso de su impureza, contenido dentro de la más absoluta libertad de expresión; un arte en fin, cuya dignidad le impide hallarse al servicio de nadie, ni de nada; y obedezca tan sólo, a las necesidades de su propia existencia.”
Oliverio Girondo