“… que el ‘arte puro’, jamás consiga entusiasmarme, y aunque obligue a veces mi admiración, me deja a pesar de ella, un gustito que me repugna… A tanta perfección, a tal pureza, prefiero lo desgajado y lo viviente; aspiro a un arte de carne y hueso, con cerebro y con sexo, menos perfecto, o de una imperfección disimulada bajo una trabajosa y cálida espontaneidad; un arte para todos los días, un poco popular, un poco desgarrado… pudoroso de su impureza, contenido dentro de la más absoluta libertad de expresión; un arte en fin, cuya dignidad le impide hallarse al servicio de nadie, ni de nada; y obedezca tan sólo, a las necesidades de su propia existencia.”


Oliverio Girondo

Jorge Luis Borges dijo una vez que el artista crea una obra en su vida y tan sólo le da diferentes nombres. Muchas veces la obra logra cosas que no son medibles de una manera palpable; son esas fuerzas invisibles que conectan la imagen con el individuo cuando la observa: puede molestarle o agradarle.

En este momento donde la sociedad es atomizada por la imagen, sino se hacen imágenes de choque, que trastoquen, que tengan un mínimo de sentido, sencillamente se pierden en el mar de imágenes que circulan alrededor del mundo.

C
ualquier manifestación artística que no tenga por lo menos la intención de alterar el orden establecido, no pasa de ser un simple apoyo al estado actual de las cosas. Sólo una obra que trastoque los códigos establecidos puede generar imágenes-concepto que sean capaces de competir con el bombardeo permanente de imágenes y mensajes al que estamos acostumbrados.


E
l arte debe ser reflejo o válvula de escape del inconsciente colectivo de una sociedad. Mostrar el arte más allá de las maneras habituales conformes al mercado, un arte que se aproxime a los problemas del hombre y del mundo.